Maximiliano

Ni Chaflán en plena fiesta de la alegría de Nanchital (o sea hasta el cuete) hubiese podido inventar esta historia, ni siquiera los políticos Nanchitecos podrían haber organizado una quimera de esta magnitud.

Andaba de vacaciones con el amor de mi vida visitando National Gallery London y estaba la exhibición José María Velasco – A view of Mexico, y a un lado la pintura The Execution of Emperor Maximilian, atrajo mi atención, al pasar por la tienda de la galería este libro me encontró y me pidió que lo comprara:

The last emperor of Mexico (2021) Edward Showcross

“La más monstruosa aventura en la era de la historia internacional” — Karl Marx
Una locura sin paralelo y mayor a la de Don Quijote” — Adolphe Tiers

La historia de Maximiliano de Habsburgo (Ferdinand Maximilian Josef Maria von Habsburg-Lothringen) y Carlota de Bélgica (Marie Charlotte Amélie Augustine Victoire Clémentine Léopoldine) es una de esas fumadas historias que ni Don Juan el de las enseñanzas la hubiera imaginado.

El autor nos narra el chisme del archiduque austriaco que terminó siendo el emperador sin ropas de México, Showcross usa el entusiasmo del perro Bermúdez y el conocimiento de Jorge Valdano como si fuera un Toros Neza vs. Bayern Munich.

Imagínense: Año 1864, México está más revuelto que aguamiel en pulquería, y a los franceses se les ocurre la brillante idea de mandarnos un emperador. Europeo, con barba de galán de telenovela y una esposa que soñaba con ser la María Antonieta tropical. 
Como si fuera cosa fácil gobernar un país que ni los propios mexicanos sabíamos (o sabemos) cómo gobernar. Es como cuando uno, a los 51 años y con panza chelera decide que va a correr un maratón: la idea puede ser buena, pero la realidad muy diferente.

La cosa comenzó cuando Napoleón III —el sobrino del Bonaparte famoso— decidió que México necesitaba un poco de "civilización europea" después de que Benito Juárez suspendiera los pagos de la deuda externa y también para evitar que Mexico se convirtiera en parte de EEUU decidieron ofrecerle el trono de México a Maxi.

Nota: Con el afán de evitar que los gringos colonizaran, los franceses inventaron la palabra Latinoamérica, creando un alter ego y orgullo falso, para que desde México a la Patagonia se autodenominaran latinos en lugar de unirse a los gabachos (pero en realidad el plan era ser otra vez colonias de España, Francia, Italia y Portugal) como marketing es implacable, hay que reconocer.

Maximiliano llegó con su Carlota a Veracruz en 1864, convencido de que los mexicanos lo estaban esperando con flores y mariachis. Lo que encontró fue un país dividido entre liberales y conservadores. El pobre archiduque, que tenía ideas liberales, pero había llegado apoyado por los conservadores, se encontró en la situación perfecta del cuñado en la reunión familiar: nadie lo quería ahí realmente.

Durante tres años (1864-1867), los franceses mantuvieron el teatrito imperial mientras Juárez organizaba la resistencia desde el norte. Era como una obra de teatro donde todos sabían que el protagonista iba a morir al final, pero nadie le había avisado al protagonista. Maximiliano organizaba bailes, se dedicaba a la caza de mariposas —porque aparentemente eso hacen los emperadores cuando no tienen idea como gobernar— y lidiaba con chinches, disentería y el caos administrativo típico de quien trata de imponer orden europeo en tierra de Tezcatlipoca.

La tragicomedia llegó cuando Napoleón III decidió que tenía problemas más importantes en Europa y retiró las tropas francesas. Fue como cuando el compadre que te prometió ayuda para arreglar el techo de la casa se va a la mitad del trabajo: te quedas solo, en las alturas, y con aguacero por venir.

Maximiliano fue capturado y fusilado en Querétaro en 1867, mientras que Carlota regresó a Europa donde, perdió la razón y siguió escuchando voces en el castillo de Miramar en Trieste —aunque uno se pregunta si no sería más bien que la había perdido ya desde el momento en que convenció a Maximiliano a mudarse a gobernar México.

Shawcross nos entrega una historia donde, como él mismo dice, "nadie sale bien librado": ni los franceses con sus delirios imperiales, ni los conservadores mexicanos soñando con monarquías, ni Maximiliano con su ingenuidad habsburguense, ni nosotros los mexicanos que, como siempre, terminamos pagando los platos rotos de experimentos ajenos.

No hay que olvidar estos errores (horrores) históricos tan colosales, hay que ir al Castillo de Chapultepec y verlo de nuevo, pues no importa cuántos años pasen, se sigue repitiendo cuando se mezclan la ambición imperialista, la estupidez aristocrática y la realidad memelera mexicana.


Hasta pronto
nanche curtido

The Execution of Emperor Maximilian (1868) - Manet

Maximiliano

Carlota





Comentarios

  1. Excelente recopilación, por cierto esa división que encontró el emperador al llegar al país prevalece hasta hoy y se ha visto acentuada durante el último sexenio. Hay cosas que nunca cambian.

    Fuerte abrazo querido amigo y esperando ya la próxima publicación

    ResponderBorrar
  2. Ramón Olán Ruízdomingo, agosto 10, 2025

    Excelente y con gran elocuencia sin duda.Como siempre gracias por compartirlo.

    ResponderBorrar
  3. Que buena narrativa, te felicito.

    ResponderBorrar
  4. Que bien lo narras amigo, excelente

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Por favor sea respetuosa(o) con sus comentarios